martes, 21 de septiembre de 2010

El Señor de los Culos

Un look llamó poderosamente mi atención mientras disfrutaba del visionado de The American, segunda película del director de videoclips y fotógrafo, Antón Corbijn.




Pero como cuando apareció el vestido ya llevábamos casi una hora de sopor no me hizo ni ilusión. Cuando ves una peli de resaca y sin haber leído ni una triste sinopsis antes, corres el riesgo de ver a George Clooney poniendo cara de George Clooney durante dos horas metido en la paja mental masculina por excelencia del Universo Universal.


Algunos la tildarán de muy buena, un film que utiliza los silencios para expresar unas cosas muy profundas, muy serias y muy severas. Serán todos muy, muy hombres, armados de toda la jeta de la que sean capaces.



Todos los carteles que veo últimamente ya los había visto antes.


No voy a desvelar cosas de las trama ni nada de eso porque es algo muy feo de hacer (sobre todo desde el día en que me destrozaron El Sexto Sentido por la cara) pero hay algunas cosillas que me dejaron cuando menos pensativa. A mí y a mis acompañantes, las hermanas Hanff. Lo único bueno que puedo decir es que después de la peli y a base de lo que ahora relato al menos nos reímos bastante. Y es que uno ve Mad Men y dice, "hay que ver en los sesenta, el papel de la mujer"...Y UNA MIERDA. Estamos igual, o peor. Y a veces lo mejor en estos casos es reírse.



En The American hay varios fenómenos referentes a las mujeres, cuando menos, interesantes.

1)Cuando George anda cerca las mujeres SE DESPELOTAN. Pierden ropa con una facilidad pasmosa. Es curioso que mientras, él sigue vestido. Y el despelote se aprecia singularmente en los CULOS. Sin motivo aparente vemos un culo debajo de una vela. Una prostituta que se mete en el río cuando hace un frío que pela y... nos enseña el culo. Un culo debajo de un vestido nada apropiado para pegar tiros en el monte...




2)Todas las mujeres, hasta las que son ovejas, vacas o señoras del pueblo caen como moscas si George está cerca. Es como un anuncio de Axe de dos horas, sin música ni diálogos. Porque no las enamora por su labia precisamente. Las enamora por su silencio, sus súper secretos, su torturada mirada y porque apela a esa cosa tan horrible que pulula por el mundo y que es la necesidad que tienen tantas mujeres de salvar a los hombres... Que habría que preguntarles a todas: ¿pero salvarlos de qué? ¿Se puede salvar a alguien que no quiere ser salvado? Pues no. Cuantas energías desperdiciadas, si con todas ellas se hiciese algo de provecho no hubiésemos llegado a esta crisis, a la existencia de terceros mundos o al cambio climático. Estoy segura.



Súper enigmático y cursi tatuaje entre ejercitado omóplato y ejercitado omóplato.


Y me podría pasar horas comentando más detalles absurdos de esta película (que los hay) pero me estoy poniendo de muy mal humor porque lo que no puedo soportar es que la historia de amor de esta película sea la de una prostituta que se enamora de un hombre rico que la va a salvar de la noche a la mañana de una mísera existencia y que el hombre rico se enamore de la prostituta en tres días. Culo de por medio.




Puntualizo que además, la única mujer que le planta un poco de cara, muere. Hay que joderse. ¿¿¿Por qué??? ¿Por qué como no cae rendida a sus pies a los dos segundos es mala, y merece morir? ¿Por no enseñar el culo de verdad y sólo insinuarlo? Si existe una Señora Corbijn, mi más sentido pésame. De la Señora de Clooney no quiero ni hablar.



¿Será esta peli un biopic de la vida real del propio Clooney???

Y la verdad es que hay alguna que otra cosa salvable en todo este despropósito...pero el señor Corbijn ya no se merece que las nombre. Que haga Control 2, resucite a Ian Curtis y ya veremos.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La MTV ha venido a verme y yo no sé que ponerme

Cuando yo me tragaba horas y horas de MTV, allá por mediados de los noventa, eran veranos de de Oasis, Nirvana, merendolas en el sofá y tele, tele, tele.





Todo esto lo hacía con mis compañeras de juegos, vecinas y amigas, Las Gemelas, dos seres inigualables que ya sabían lo que molaba antes que nadie...(¿para que vas a ir a la playa si puedes ver setenta veces seguidas Wonderwall sin pestañear?)




Y ahora la MTV ha llegado hace una hora a nuestra actual TDT para quedarse...y yo ya vuelvo a estar enganchada. He podido percibir que ahora lo que mola son rubias con pájaros en la cabeza, niños que parecen niñas con flequillo, raperos malotes y el brilliqui en general. Eso sí, Florence (and the machine) acaba de aparecer descalza, con un vestido de esos de diosa griega que le quedan tan bien; como si fuese una fantasma buena.




Yo ahora ya no tengo vecinas guays para ver todo esto y parece mentira que 16 AÑOS separen la primera imagen de la última...(¿¿¿pero yo qué he estado haciendo todo este tiempo???) En fin, los años pasan como rayos, pero yo me encuentro feliz de esta resintonización de canales de mi tele.
Os dejo, que Lady Gaga acaba de decir que God bless pop and MTV!!!

martes, 14 de septiembre de 2010

Ganas de potar













Como cuando tienes el grifo atascado y sabes que tienes que hacer algo al respecto, porque cada vez que te lavas los dientes son horas lo que tarda el agua en irse y está empezando a adquirir tintes de tortura china.

Pero no lo haces, piensas que ya avisarás a alguien o ya compraras algo de eso que anuncian y que mata de un chorretón bacterias y cochinadas enemigas varias. Hasta que un día, hasta el moño, haces lo que no te atrevías a hacer antes. Coges el grifo con las manos, lo desentuercas, metes la mano entre la mierda de... oh, vaya, pelos del flequillo que un día te cortaste (y por supuesto habías olvidado) los quitas y te das cuenta de que era por eso lo del lío bacteriano. Vamos, que la mierda nos la provocamos nosotros mismos y luego no sabemos cómo deshacernos de ella porque nos da asco.

Ahora me siento mejor y mi grifo funciona perfectamente.
Ahora me corto el flequillo en el balcón.



Vaqueros de Topshop, cazadora Adidas, camiseta de jades24, converse de toda la vida y vodka de un bar que hay debajo de mi casa. La pota es mía y por eso no se ve.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Bright Star: poemas y vestidos

A mí hay muy pocas cosas que me dejen sin palabras.
































Esta película, que fui a ver con el Señorito Méjico (nueva adquisición de excelente ser humano para este Diario) ha sido una de ellas. No me acuerdo de nada, no sé si es buena o mala... y me da igual. Perdí la razón allá por el minuto quince, mientras mi acompañante buscaba la manera de consolarme. Belleza y romanticismo del bueno. Un dos en uno que te roba la respiración.





Desde aquí pido al mundo de la moda un editorial inspirado en esto (y aún sabiendo que será casi imposible superar el estilazo de su directora, desde ya ICONO TOTAL DE ESTA ETAPA DE MI VIDA, Jane Campion). La protagonista, Fanny Brawne, el amor del poeta John Keats, era diseñadora de moda antes de que eso existiese. Y además, buena.
Esto se merece un homenaje en papel francés.





Declaro sin tapujos que es la PELÍCULA IMPRESCINDIBLE DE LA SEMANA. Aunque reconozco hablar desde la más pura subjetividad desmedida e incontrolada; el Señorito D.F. aseguró no conectar con la historia casi hasta el final.
Prácticos vs románticos, game over.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Sara Carbonero en el Diario Indiscreto

Las revistas se la rifan, no tiene tiempo ni de rizarse las pestañas en privado pero Sara, conmovida por mi lectura de su historia de amor ha tenido a bien dedicarme cinco minutos antes del telediario en la cafetería de Telecinco.

He llegado después de coger la ruta que las empresas audiovisuales de Madrid comparten para los curritos de la tele. Sales del metro y te subes a una especie de autobús para excursiones, sólo que en vez de ir a Cuenca a beber calimocho te vas a Globomedia a aparentar que trabajas. En este caso, a Telecinco.


Lo que pasará aquí dentro para que luego la tele sea como es.

Cuando llego y camino decidida hacia la puerta del templo televisivo de nuestros días, un conserje sale disparado de una garita para pararme como si yo fuese una talibana. Necesita mi DNI, me dice apurado. Vale, vale, le digo yo. ¿Y a qué viene? ¿Programa? No, yo vengo a hacer una entrevista. ¿A quién? A Sara Carbonero. Negación con la cabeza... Resoplido. Buena suerte.

Vaya, ¿tan horrible será? Camino hacia mi destino un poco menos emocionada y más acojonada que antes. Pero a mí no hay Sara Carbonero que se me ponga chulita. Me recompongo, respiro y me coloco el escote (no sé muy bien por qué). Allá voy.





Cuando le digo a la chica de recepción para qué he venido recibo otra cara del mismo palo. Mi natural indiscreción está empezando a aflorar, pero decido reprimirla. Y no pregunto nada porque yo solo soy indiscreta en la intimidad. Voy tras ella dejando que mis tacones impongan la autoridad que estoy perdiendo y camino por setecientos pasillos llenos de gente parapetada tras pantallas de ordenador, café chungo de máquina y cara de malas pulgas.

Y llegamos a la cafetería. Y de repente, algo muy brillante me ciega. No veo nada. Me estrujo los ojos (adiós rimel) y cuando los vuelvo a abrir, igual. ¿Pero que me pasa? Mira, en esta mesa la esperas. ¿Eh? Ah, vale. Bueno, pues aquí te dejo. Me siento como puedo. Suerte. La que habla es la recepcionista, que se va y yo que estoy ciega y en shock no puedo decirle que se quede. ¿Me estoy muriendo? En décimas de segundo mi vida pasa por mi ahora encogido cerebro; Zipi y Zape, mi primer beso, tartas de galletas... De repente; hola, qué tal. Es una voz amable. Hola, hago como que me incorporo hacia lo que creo que son unas sombras destelleantes, que de repente se convierten en cientos de lucecitas que brillan delante de mí. Me vuelvo a sentar: es lo más bonito que he visto en mi vida. Si es la muerte, para qué tanta historia. Si es Dios, es genial. No, no te levantes. Las lucecitas se sientan. ¿Estás bien? Soy Sara, perdona, es que no me acuerdo de tu nombre, se ve que es septiembre para todos. Hostia puta. Las lucecitas son la Carbonero. Es guapura lo que me nubla la vista. Y ni siquiera la veo. Y ahora qué hago. Um. Intento que mi voz aparente una normalidad que no tengo y digo hacia las luces, no te preocupes, es normal, yo misma a veces hasta me olvido de cómo me llamo yo, qué total, a quien le importa, jeje...

Y lo que siguió fue un intento de entrevista por mi parte en el que Sara me iba a hablar de cómo la visten y si le gusta ahora más la moda, y si va a hacer más colaboraciones con Pantene Pro-V y cuarenta rollos más del estilo.




Pero no me acuerdo de nada y lo que anoté en mi cuaderno es ilegible. Eso sí, fueron los mejores 5 minutos de mi vida. Me sentí en paz conmigo misma y con el mundo en general. Conecté con un ser superior que velaba por mí. Sentí como si mi cuerpo estuviese flotando sobre el Faro de Alejandría para caer a plomo después delante del Taj Mahal, donde un montón de hadas se peleaban por llevarme en volandas al País de Nunca Jamás. Mientras, una voz del color de los atardeceres entre Asia y Europa me decía cosas preciosas.

Una voz de pito rompió el hechizo diciendo algo así como Sara, empezamos ya. Y aquellos millones de lucecitas se posaron sobre mi mejilla mientras me decían, encantada de conocerte, ha sido un placer. Y me quede allí sola. Sin lucecitas. Me puse muy triste y como ya no tenia ni rimel ni nada, me dio igual que se me cayesen un par de lagrimones.

Caminé desolada hasta la salida. Las caras de malas pulgas ya me daban igual.

La recepcionista me vio pasar. Debería haberte avisado, comentó resignada.
No pasa nada, le dije yo. Lo entiendo.
Y me volví a subir en el autobús, pensando en cómo podría arreglármelas para, algún día, volver a ver a Sara otra vez.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una historia de amor

Hay cosas que te remueven por dentro, que te dejan sin habla, y en las que no puedes pensar hasta pasado mucho tiempo porque el impacto que te ha producido verlas/sentirlas/oírlas/vivirlas es tal que tus células necesitan el triple de tiempo de lo normal para asimilarlo.




Allá por el 11 de julio una imagen alteró nuestros sentidos, se metió por mis orejas y hasta hoy no he podido describirlo. Cuando hablaba sobre ello los días posteriores, mis sentimientos eran tan confusos que no daba pie con bola, mis frases funcionaban sin verbos y se me habían olvidado los puntos entre párrafos.

Mi querido Thèo acudió en mi rescate hablándome de Lacan, de Zizek, de metaficciones, de la vida y del cine, que son lo mismo.



(y si, ademas de hablar de todas esas cosas, tiene un culito super guachi)



Estoy hablando del BESO.





La calle, el facebook y las consultas de los psicólogos de este país se llenaron de referencias y preguntas sobre ese momento único en el que la realidad se volvió tele y la tele se volvió realidad. Por un momento todos fuimos ellos y ellos, nosotros.

Mientras al día siguiente compraba unas buenas Chiquilin y Cola Cao para mi depresión post beso (son rápidos y no causan dolor posterior) Thèo me llamó porque intuía que mi cabeza estaba dando vueltas de campana. Le confesé que creía que mi vida nunca volvería a ser igual, que no sabía qué hacer ni qué pensar y que me sentía como el día en que vi Titanic, o como cuando me leí Orgullo y Prejuicio por primera vez. Casi como cuando Jorge Berrocal dijo que se iba a casar con Maria José.





Y entonces me di cuenta. Ya no existen nuevas historias de amor. No hay ninguna historia de amor ficticia que revuelva mis entrañas como si fuese verdadera. Y teniendo en cuenta que la comedia romántica como la entendíamos en los noventa ha muerto, ni siquiera tengo un caramelito para el camino.





Y respiré tranquila. No es que yo quisiera que me besase un futbolista que escucha a Alejandro Sanz, ni convertirme en una chica que sale en la tele y habla de fútbol, sino que estaba necesitada de ficciones de las de antaño. Y en este nuevo mundo que me ha tocado vivir, esas ficciones serán tele-reales o no serán.

Thèo dice que Lacan explicaría que en ese momento estaba funcionando el componente fantasmático de mi conciencia, es decir, las fantasías que recreamos para crear nuestra realidad. Y a mí ese palabro me tranquilizó. Thèo me dijo un montón de cosas más que en ese momento entendí como muy ciertas y luego olvidé (es que Thèo ademas de tener un culo guay, es muy listo) .

Y pasó el tiempo.
Y un mes después llegué a amar aquel día y ese beso.
Ese mágico momento en que el amor salió de una caja para iluminarnos a todos.




LOS PERSONAJES


En la conformación de toda historia que se precie juega un papel decisivo la buena creación de un personaje. Si no te identificas con él, no te atrae o te da igual si desaparece debajo de un tractor, estás perdido. Si tu personaje no le importa a nadie difícilmente lo hará tu historia. Por eso triunfa Belén Esteban, porque nos interesa hasta cuando come pollo aunque no sepamos por qué.

En nuestra historia de amor verdadera los personajes nos importan lo que más. Y en este Diario nos interesa, al mismo nivel, el aspecto exterior de los protagonistas.


Iker, el fuerte






Es el caballero artúrico, el príncipe de Cenicienta y Gladiator, tres en uno. Cuando le ves a él ves a ese niño majete que fue y que se comía con las manos las albóndigas de su madre. Se ve que tiene el corazón bañado en miel de abejas que viven en una isla que sólo él conoce. Pero también sabe ponerse chulo cuando hace falta. Y eso de conocer el momento exacto dónde hacerlo es lo que le hace ser quién es. El resto; templanza y buen humor. Una maravilla.

Además, Iker es obviamente guapo. Sin subjetividad. Lo es y punto, las leyes de la simetría lo avalan.


Con barbita a mí me mola más.


Pero en el aspecto de este personaje hay que poner especial atención a un detalle importante. Dentro del campo le vemos desenvolverse con destreza, su vestimenta es perfecta y complementos como la bufanda alrededor del cuello cuando tiene frío le hacen parecer primero, humano y segundo, apañao.




Pero cuando sale del campo no entendemos bien qué pasa. Algo no nos cuadra. Fruncimos el ceño.





Y lo que pasa es muy sencillo. Iker en el campo es interespacial, no hay tiempo, no hay lugar, es de todos y para todos. Pero en la calle, es de Móstoles. Y yo a Móstoles le tengo mucho cariño, pero las camisetas tan apretadas y los bolsos para chicos no ayudan a crear una imagen por la que se te respete después. Así que Iker, que para esto también es muy listo se ha buscado a la profesora ideal. Su novia podrá no entender más de lo normal sobre estilo y ropajes, pero gracias a su belleza y su estatus ahora cuenta con una lista interminable de gente interesada en que lo sea. Y toda esa gente que está convirtiendo a Sara en la trendsetter nacional del año, sólo necesita un par de meses más para regalarnos imágenes de Iker convertido en el nuevo Guardiola. No puedo esperar.

Lo que nos lleva directamente a...


Sara, la bella



Nunca un directivo de Telecinco lo tuvo tan claro, ni nunca una becaria llegó tan lejos tan rápido. Y la belleza pura y dura es la razón.



A la gente se le olvida a veces que en la tele hay que ser guapo y esos son los que la critican, pero es así. En su currículum la cláusula del final, la de la más guapa de España, es lo que hace que la pelota, en este caso, siempre quede en su campo.


¿Por qué será?

Y a una belleza desmesurada todo le queda bien, así que el departamento de estilismo de Telecinco echa chispas, y no diré nada que no hayan dicho ya todas las revistas (de las que es portada y de las que no) pero en resumen, TODAS QUIEREN SER COMO SARA y eso vende (aunque haga turismo en plataformas).



(los zapatones de ella no casan con el conjunto pero se ve que en el extranjero Iker viste mejor)


Y vende de todo; pulseras, zapatos, bragas, pintalabios, llaveritos, da igual.
Y claro, un buen día tú te estás comprando el champú que anuncia y cuando ves tu reflejo en un espejo del Mercadona te das cuenta de que en realidad lo que te quieres comprar es un trabajo de lujo, viajes por todo el mundo y besos inesperados con-sexo-más-inesperado-todavía todas las noches. También sabes que si echas un poco de helado de vainilla en el carrito, cuando llegues a casa se te pasa antes el bajón. Así que lo haces.




Mientras me lo comía decidí que igualmente a mí me encanta que la prota de Avatar presente el telediario, porque así sólo la miro a ella y como Stendhal, no me entero de nada. Que también digo yo... ¿acaso no sería eso lo que querrían quienes la contrataron? Umm...