miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una historia de amor

Hay cosas que te remueven por dentro, que te dejan sin habla, y en las que no puedes pensar hasta pasado mucho tiempo porque el impacto que te ha producido verlas/sentirlas/oírlas/vivirlas es tal que tus células necesitan el triple de tiempo de lo normal para asimilarlo.




Allá por el 11 de julio una imagen alteró nuestros sentidos, se metió por mis orejas y hasta hoy no he podido describirlo. Cuando hablaba sobre ello los días posteriores, mis sentimientos eran tan confusos que no daba pie con bola, mis frases funcionaban sin verbos y se me habían olvidado los puntos entre párrafos.

Mi querido Thèo acudió en mi rescate hablándome de Lacan, de Zizek, de metaficciones, de la vida y del cine, que son lo mismo.



(y si, ademas de hablar de todas esas cosas, tiene un culito super guachi)



Estoy hablando del BESO.





La calle, el facebook y las consultas de los psicólogos de este país se llenaron de referencias y preguntas sobre ese momento único en el que la realidad se volvió tele y la tele se volvió realidad. Por un momento todos fuimos ellos y ellos, nosotros.

Mientras al día siguiente compraba unas buenas Chiquilin y Cola Cao para mi depresión post beso (son rápidos y no causan dolor posterior) Thèo me llamó porque intuía que mi cabeza estaba dando vueltas de campana. Le confesé que creía que mi vida nunca volvería a ser igual, que no sabía qué hacer ni qué pensar y que me sentía como el día en que vi Titanic, o como cuando me leí Orgullo y Prejuicio por primera vez. Casi como cuando Jorge Berrocal dijo que se iba a casar con Maria José.





Y entonces me di cuenta. Ya no existen nuevas historias de amor. No hay ninguna historia de amor ficticia que revuelva mis entrañas como si fuese verdadera. Y teniendo en cuenta que la comedia romántica como la entendíamos en los noventa ha muerto, ni siquiera tengo un caramelito para el camino.





Y respiré tranquila. No es que yo quisiera que me besase un futbolista que escucha a Alejandro Sanz, ni convertirme en una chica que sale en la tele y habla de fútbol, sino que estaba necesitada de ficciones de las de antaño. Y en este nuevo mundo que me ha tocado vivir, esas ficciones serán tele-reales o no serán.

Thèo dice que Lacan explicaría que en ese momento estaba funcionando el componente fantasmático de mi conciencia, es decir, las fantasías que recreamos para crear nuestra realidad. Y a mí ese palabro me tranquilizó. Thèo me dijo un montón de cosas más que en ese momento entendí como muy ciertas y luego olvidé (es que Thèo ademas de tener un culo guay, es muy listo) .

Y pasó el tiempo.
Y un mes después llegué a amar aquel día y ese beso.
Ese mágico momento en que el amor salió de una caja para iluminarnos a todos.




LOS PERSONAJES


En la conformación de toda historia que se precie juega un papel decisivo la buena creación de un personaje. Si no te identificas con él, no te atrae o te da igual si desaparece debajo de un tractor, estás perdido. Si tu personaje no le importa a nadie difícilmente lo hará tu historia. Por eso triunfa Belén Esteban, porque nos interesa hasta cuando come pollo aunque no sepamos por qué.

En nuestra historia de amor verdadera los personajes nos importan lo que más. Y en este Diario nos interesa, al mismo nivel, el aspecto exterior de los protagonistas.


Iker, el fuerte






Es el caballero artúrico, el príncipe de Cenicienta y Gladiator, tres en uno. Cuando le ves a él ves a ese niño majete que fue y que se comía con las manos las albóndigas de su madre. Se ve que tiene el corazón bañado en miel de abejas que viven en una isla que sólo él conoce. Pero también sabe ponerse chulo cuando hace falta. Y eso de conocer el momento exacto dónde hacerlo es lo que le hace ser quién es. El resto; templanza y buen humor. Una maravilla.

Además, Iker es obviamente guapo. Sin subjetividad. Lo es y punto, las leyes de la simetría lo avalan.


Con barbita a mí me mola más.


Pero en el aspecto de este personaje hay que poner especial atención a un detalle importante. Dentro del campo le vemos desenvolverse con destreza, su vestimenta es perfecta y complementos como la bufanda alrededor del cuello cuando tiene frío le hacen parecer primero, humano y segundo, apañao.




Pero cuando sale del campo no entendemos bien qué pasa. Algo no nos cuadra. Fruncimos el ceño.





Y lo que pasa es muy sencillo. Iker en el campo es interespacial, no hay tiempo, no hay lugar, es de todos y para todos. Pero en la calle, es de Móstoles. Y yo a Móstoles le tengo mucho cariño, pero las camisetas tan apretadas y los bolsos para chicos no ayudan a crear una imagen por la que se te respete después. Así que Iker, que para esto también es muy listo se ha buscado a la profesora ideal. Su novia podrá no entender más de lo normal sobre estilo y ropajes, pero gracias a su belleza y su estatus ahora cuenta con una lista interminable de gente interesada en que lo sea. Y toda esa gente que está convirtiendo a Sara en la trendsetter nacional del año, sólo necesita un par de meses más para regalarnos imágenes de Iker convertido en el nuevo Guardiola. No puedo esperar.

Lo que nos lleva directamente a...


Sara, la bella



Nunca un directivo de Telecinco lo tuvo tan claro, ni nunca una becaria llegó tan lejos tan rápido. Y la belleza pura y dura es la razón.



A la gente se le olvida a veces que en la tele hay que ser guapo y esos son los que la critican, pero es así. En su currículum la cláusula del final, la de la más guapa de España, es lo que hace que la pelota, en este caso, siempre quede en su campo.


¿Por qué será?

Y a una belleza desmesurada todo le queda bien, así que el departamento de estilismo de Telecinco echa chispas, y no diré nada que no hayan dicho ya todas las revistas (de las que es portada y de las que no) pero en resumen, TODAS QUIEREN SER COMO SARA y eso vende (aunque haga turismo en plataformas).



(los zapatones de ella no casan con el conjunto pero se ve que en el extranjero Iker viste mejor)


Y vende de todo; pulseras, zapatos, bragas, pintalabios, llaveritos, da igual.
Y claro, un buen día tú te estás comprando el champú que anuncia y cuando ves tu reflejo en un espejo del Mercadona te das cuenta de que en realidad lo que te quieres comprar es un trabajo de lujo, viajes por todo el mundo y besos inesperados con-sexo-más-inesperado-todavía todas las noches. También sabes que si echas un poco de helado de vainilla en el carrito, cuando llegues a casa se te pasa antes el bajón. Así que lo haces.




Mientras me lo comía decidí que igualmente a mí me encanta que la prota de Avatar presente el telediario, porque así sólo la miro a ella y como Stendhal, no me entero de nada. Que también digo yo... ¿acaso no sería eso lo que querrían quienes la contrataron? Umm...

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